Mereció la pena, amor, haberte amado
y en tus brazos callada haberme
mecido,
mereció la pena aunque ya sea
pasado
y mi corazón camine triste
y dolorido.
Mereció la pena, amor, haber
compartido
aquel café matinal durante
el frío invierno
y en cada despedida en mis
labios prendido,
Mereció la pena amarte en
la madrugada
compartiendo deseos bajo
suave sábana,
cayendo rendidos sobre la
misma almohada,
aunque de esas pasiones no
quede nada.
Mereció la pena observar
el cielo estrellado
sintiendo tu aliento en mi
cuello desnudo,
escuchando el susurro de
aquel mar salado,
aunque recordar provoque dolorido
nudo.
Mereció la pena sentir tan
sublime amor,
la ilusión de verte que,
por la noche alimentaba,
a pesar de que ahora sea
causa de gran dolor
recordar el fulgor que tu
mirada me provocaba.
Mereció la pena y lo
escribo con ternura,
haber tenido mi corazón de
felicidad henchido,
haber sentido un querer
rondando la locura
y a pesar de todo, ser
para mí, un desconocido.
Isabel San José Mellado
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