En tu ventana
miramos la tormenta,
cada rayo se unía a las olas
de ese mar infinito.
atrapaste cada beso en el alma
y guardaré cada suspiro
de una noche nefebilata.
Mágicas sábanas
envolvieron el sueño
de mil razones;
antes de mí no había elocuencia,
entre las caricias de tus manos
erizabas mi piel.
Al mirarme juro
que eres el hombre perfecto;
me abracé en ese abrazo
que no tuve que pedir,
de tus labios el te amo
ése por el que viví
atada a tus sentires.
Al final nos sentamos
a la orilla de la única lágrima
al borde de tus ojos
y esperé a que tu sonrisa
viniera como la imagen perfecta.
M Gabriel Portilla
MÉXICO
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