¡Ay!
de quien ama
con
todo el corazón,
llorará
en su cama
al
morir la pasión.
que
llega sin llamar,
provocando
tu locura
y tus
ansias de amar.
¡Ay!
del alma saciada
que
deja el agua correr,
cuando
esté agostada
será
tarde para beber.
¡Ay!
del dulce beso
bajo
una luna plena
y de
ese embeleso
que
a sufrir te condena.
¡Ay!
del que no ama
y nunca ha llorado,
perecerá
en esa calma
y
acabará asqueado.
Y,
¡ay! de aquél que llora
por
un amor acabado,
no
gozará otra aurora,
sus
ojos habrá secado.
Isabel San José Mellado
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