Dime, ¿por qué me enamoraste
ofreciéndome un sublime amor,
si la llave de mi alma te llevaste
devolviendo solo tristeza y
dolor?
Tengo triste y árido el corazón,
sediento muriendo va sin cariño;
ahora es como desvalido niño.
Y tras haberte versado en la piel,
acariciándote estoy en mi mente.
Ya no me sabe igual la dulce miel,
ni me eriza el vello un sol poniente.
Siento en el pecho doliente ardor,
punzante resaca en mis entrañas.
Sáciame con tu manantial de amor,
maquillando de sonrisa mis pestañas
Ámame, ámame, tan solo ámame,
a pleno sol, lluvia o bajo plena luna,
sin dudas, sin condiciones, ámame
y morarás eternamente en mi pluma.
Isabel San José Mellado
Isabel San José Mellado
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