La
afectividad es la capacidad
de reacción de un sujeto ante los estímulos que provienen del medio externo o
interno, cuyas principales manifestaciones son los sentimientos y las emociones; es también la necesidad que tenemos los seres humanos de establecer
vínculos con otras personas. Un clima afectivo adecuado constituye un factor de
protección ante posibles conductas de riesgo.
Asimismo,
una adecuada expresión de los afectos a lo largo del desarrollo evolutivo de
los hijos, incide en otros factores de carácter individual, favorece el
desarrollo saludable del autoconcepto, la autoestima, la aceptación personal,
la seguridad en sí mismo, etc.
Por
lo tanto, la expresión de afecto en la familia es fundamental.
Al principio,
cuando los hijos son pequeños y se relacionan a través de las sensaciones que
perciben, las herramientas a utilizar son el contacto físico, la voz, la
cercanía, etc. Más adelante, cuando aprenden a hablar, los mensajes de
valoración y cariño han de estar presentes. De esta forma se les trasmitirá la
seguridad afectiva que permitirá un desarrollo madurativo correcto.
Cuando
los hijos son más mayores y han emprendido el camino hacia la autonomía,
comenzando a crear vínculos afectivos fuera del hogar donde el grupo de iguales
se torna más importante, puede parecer que no necesitan, e incluso que no
quieren manifestaciones de afecto de sus padres. Sin embargo, en esta fase, la
afectividad y el apoyo incondicional son tan importantes como en etapas
anteriores, porque es lo que va a permitir completar su proceso de
individuación y socialización.
A
medida que los hijos crecen, la relación con ellos debe evolucionar hasta
tornarse más madura. En este proceso, la aceptación, el reconocimiento de sus
logros y las dosis de libertad crecientes van a consolidar la formación de su
propia identidad.
Por
otro lado, una emoción es un estado afectivo, una reacción subjetiva que los
seres humanos experimentamos ante acontecimientos o situaciones que ocurren en
nuestro entorno.
Aparece
de forma repentina y viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y
endocrinos) de origen innato, influidos por la experiencia. Las emociones
tienen una función adaptativa de nuestro organismo a lo que nos rodea,
sobrevienen súbita y bruscamente, en forma de crisis, más o menos violentas y
más o menos pasajeras.
Con
apenas unos meses de vida, empiezan a manifestarse emociones básicas o
primarias como el miedo, el enfado o la alegría. Esas emociones primarias van
adquiriendo complejidad a lo largo del proceso madurativo, con la aparición del
lenguaje verbal y el aprendizaje de los símbolos, signos y significados.
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
- ¿Te consideras una persona "afectuosa"?, ¿qué opinan tus hijos al respecto?.
- ¿De qué maneras crees tú que se pueden demostrar los afectos a un hijo?, ¿cuándo?, ¿en qué lugares?. ¿En qué edades resulta más fácil expresarle a un hijo los afectos mediante besos y abrazos?; ¿cuándo resulta eso más difícil o complicado?.
- ¿En qué edad podemos empezar a expresarle a un hijo nuestro amor por él?. ¿Hay algún momento de la vida en que no lo necesite?.
- ¿A qué te vas a comprometer hoy para demostrar a tus hijos mayores muestras de afecto?, ¿cómo lo vas a hacer?.
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