Cuenta la leyenda, que el brujo Perrón y
el mago Chuchin tenían una de las mejores colecciones de pulgas del mundo, las
más listas, saltarinas y fuertes, utilísimas para cualquier hechizo. Llevaban siempre
no menos de mil pulgas cada uno, bien guardadas en sus rarísimos sacos de
cristal, para que todos pudieran apreciar sus cualidades.
En cierta ocasión, el brujo y el mago
coincidieron en un bosque, y entre charlas y bromas, se hizo tan tarde que tuvieron
que acampar allí mismo.
Mientras dormían, el mago Chuchín
estornudó tan fuerte y mágicamente, que miles de ardientes chispitas escaparon
de su nariz, con tan mala fortuna que una de ellas llegó a incendiar las hojas
sobre las que brujo y mago habían dejado sus pulgas. Como los hechiceros
seguían dormidos y el fuego se iba extendiendo, las pulgas comenzaron a ponerse
nerviosas. Todas eras tremendamente listas y fuertes, así que cada una encontró
una forma de escapar del fuego, y saltaba con fuerza para conseguirlo. Sin
embargo, como saltaban en direcciones distintas, los sacos seguían en su sitio
y el fuego amenazaba con acabar con todas ellas.
Entonces, una de las pulgas del mago vio
a todas las pulgas del brujo saltando en su saco sin ningún control, y se dio
cuenta de que nunca se salvarían así. Y dejando de saltar, reunió a un grupito
de pulgas y las convenció para saltar todas juntas. Como no conseguían ponerse
de acuerdo hacia dónde saltar, la pulga les propuso saltar una vez adelante y
otra atrás.
El grupito empezó a saltar
conjuntamente, y el resto de pulgas de su mismo saco no tardó en comprender que
saltando todas juntas sería más fácil escapar del fuego, así que al poco todas
las pulgas saltaban alante y atrás, alante y atrás. Las pulgas del saco del
brujo, al verlo, hicieron lo mismo, y tuvieron tanta suerte, y balancearon
tanto los sacos de cristal que llegaron a chocar uno contra otro y se rompieron
en mil pedazos, dejando a las pulgas libres para ir donde quisieran. Cuando el
fuego llegó a despertar a los hechiceros, ya era demasiado tarde, y aunque
pudieron apagar el incendio sin problemas, todas las pulgas habían conseguido
escapar.
Y nunca más se volvió a saber nada de
aquellas excepcionales pulgas, aunque hay quien dice que aún hoy siguen
trabajando en equipo para sobrevivir a los peligros de bosque.
Pedro Pablo Sacristán
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
- ¿Qué salvó a las pulgas de morir abrasadas por el incendio: el hacer y hacer sin más... o pensar primero y actuar después?. ¿Qué fue más eficaz en esa salvación: ir cada cual a su bola o aprender a colaborar unas con otras?. ¿Qué nos enseña pues este cuento?.
- ¿Cómo estás afrontando actualmente tus problemas?. ¿Cuál es el grado de implicación de toda tu persona: voluntad, esfuerzo, acciones concretas,... en ese camino de solución?.
- ¿Qué problemas o situaciones dificultosas detectas en tu grupo?. ¿Cómo afrontar esas situaciones, qué sería necesario desarrollar para emprender su solución?.
- ¿A qué te vas a comprometer para colaborar en esas soluciones tanto para contigo misma como para con el grupo?.
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