debería
decírselo, pero necesita templanza y coraje.
Ahora, por
desgracia, se le presentaba la oportunidad
de hacerla
feliz antes de dejarla en la más dura soledad.
Sabía que su
marcha le causaría una enorme tristeza,
pues juntos
construyeron un amor de sublime belleza.
Debería usar
la mejor carta. No, no podía jugar al azar;
conjugaría
para ella bajo las estrellas el verbo
amar.
Serían las últimas
palabras que escucharía su corazón,
pero serían las
más bellas aun provocando laceración.
Sabía que iba
a morir en algún segundo, minuto u hora,
no tenía
comprada su vida pero sí, tal vez, su aurora.
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