Llegaste un día cualquiera,
entraste por la puerta grande
invadiendo mi vida entera,
siendo capaz de enamorarme.
Llegaste a mí, así, sin querer,
absorbiendo entero mi ser,
provocando deseos de amarte.
Mi cuerpo comenzaste a vivir
cual tierra árida se tratara,
e hiciste a mis labios sonreír
de una manera pura y clara.
Trajiste a mi vida la libertad
avivando mis ganas de gozar
y dando luz a mi oscuridad,
conjugamos el verbo amar.
Y, conjugando nos dormimos
y el día provocó el despertar,
y mirándonos nos sonreímos,
volviendo otra vez a conjugar.
Isabel San José Mellado
España - Derechos de autor
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