Una mañana la vi
paseando,
su semblante
reflejaba tristeza,
de él (queda) me
estuvo hablando,
con mucho amor y
franqueza.
no encontraba la respuesta,
¿Por qué si se seguían
amando
el silencio había
sido su sentencia?
Nos despedimos con
un abrazo,
ella, era muy alegre
y risueña
y verla así, caminar
cabizbajo
dejó en mí una
amarga huella.
Me suplicó que no le
contara
en qué estado se
encontraba
ni que llora sin
consuelo su alma
cada amanecer en su almohada.
¿Por qué lo pusiste
en su camino
si acercarse a él
está prohibido?
¿Si no puede
mostrarle su cariño,
por qué para amarlo
la has elegido?
Isabel San José Mellado
Libro: ISABEL, un canto al amor y al desamor
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