Le
entregó toda su fortuna,
no
tenía bienes ni dinero,
sólo
amor, cariño, ternura
y
de sus labios un ¡te quiero!
Él
correspondió con dulzura
a
sus bienes más preciados,
fueron
pasando los años.
Días
de alegría y ensueño,
tanta
felicidad casi dolía,
noches
de amor en desenfreno,
jamás
aquello acabar debería.
Cuenta
ninguno se estaba dando
con
tanto deseo y pasión.
¡El
amor se estaba quemando
en
una hoguera sin compasión!.
No
hubo forma de activar
aquel
bello y sublime amor,
dejando
a su paso el huracán
dos
corazones rotos de dolor.
Isabel San José Mellado
Libro: Un canto al amor y al desamor
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