Nunca me había sentido tan arte,
en ningunos otros ojos
me vi brillar como en los suyos
y es que me miró con amor,
como nadie, como nunca.
Sus ojos eran luceros
alumbrando el contorno
de estrellas en mi cuerpo
y las lunas encendieron
entre mis ancestros.
Caminé en tierras aradas para el maíz
y sus ojos me acompañaron,
me cuidó tanto
que me sentí diosa
entre el pastizal de su abrazo.
Tomé su mano todo el tiempo
y jamás pronunció palabra,
pero juro que su mirada
me decía todo,
como si aquellos vestigios
fueran profecías
al sentimiento del cielo.
Bailé sólo para él
y la magia nos llevó al sol
que clama por su luna y amor.
MGabriel Portilla
Tulancingo Hidalgo, México
Libélula Literaria MaGa TiCio
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