Cuántas
veces en tus fuertes brazos
con
cariño y dulzura me has cobijado
cuando
nos reñía nuestra madre,
sin
razón, a mí y a mis hermanos.
Recuerdo
con gran emoción,
cuando
de trabajar venías
la
luz de la habitación encendías.
No
dormía papá, no dormía,
hasta
que el beso de buenas noches
en
mi mejilla con amor ponías
y
en mi pensamiento, te lo devolvía.
Con
cuanto amor y delicadeza
esos
pasos de baile me enseñabas,
daba
igual, pasodoble, tango o vals;
ni
un gesto ni un signo de flaqueza.
¡Cómo
pasan el tiempo y la vida!
Tenerte
a mi lado me gustaría
para
cobijarme en tus brazos
en
algunos momentos del día a día.
Gracias
papá por tu infinita valentía.
por
haberme inculcado tus valores
y
que, a pesar de la lejanía,
sigo
disfrutando de tus amores.
Isabel San José Mellado
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