sábado, 4 de abril de 2015

El Hombre de las manos abiertas

Había una vez un planeta dando vueltas entre los astros por el universo. Era un planeta multicolor y la mar de bonito. Al despuntar el alba todo parecía nuevo y limpio.
Al atardecer el paisaje iba empapándose de calma hasta que todo quedaba tranquilo y adormecido.
Era un planeta maravilloso: selvas de grandes árboles, riachuelos, montañas levantándose hacia el cielo y el mar interpretando su canción. Vivía mucha gente: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, niños y niñas. Pero era un planeta triste. Era el planeta de "Las manos cerradas". Muchísima gente iba con las manos cerradas.
Las manos colgaban de los brazos como dos paquetes inútiles, los dedos bien apretados contra la palma por el dedo pulgar. Cuando se llevan las manos de esta manera es porque uno quiere pelearse con alguien. Las manos cerradas sólo sirven para pegarse con más fuerza. O para sacar un dedo para disparar. En resumidas cuentas con las manos cerradas se está tenso preparado para la lucha.
Por esto en el planeta de "las manos cerradas" la mayoría de los niños y de los adultos estaban siempre peleándose. Un anciano, muy, muy viejo, pensaba y decía a todo el mundo:
- ¿Por qué no abrimos todos las manos de una vez?.
Con las manos cerradas no se tiene amigos. Con las manos cerradas se está solo, a solas, aislado en uno mismo como una isla perdida en la mar. Para tener amigos hace falta abrir las manos. Dar la mano y dar aquello que los demás necesitan de nosotros. ¿Te has dado cuenta que las manos se abren del mismo modo para dar que para recibir?.  Aún así en el planeta de "Las manos cerradas", no querían escucharle.
Apretaban las manos porque no querían dar nada, apretaban las manos para guardarlo todo para sí mismos. Por esto quienes no tenían bienes morían de hambre porque nadie les ayudaba. Y el anciano pensaba:
- ¡Tan felices como podríamos ser si nos diéramos las manos!.
Las cosas van cada vez peor. Era verdad. La gente, sin amigos, cada vez estaba más triste. El anciano se quejaba: 
- ¡No sé dónde iremos a parar!. ¡Tan fácil como sería abrir las manos!.
Un día sucedió un hecho inesperado. Apareció un Hombre con las manos abiertas, sonriente. Paseaba y observaba a la gente que iba con las manos cerradas. Empezó a decirles:
- ¡Abrir las manos y serán felices!. ¡Abrir las manos!. ¡Dense las manos los unos a los otros!. No guardes nada en las manos, da a los demás lo que necesitan. Solamente son felices quienes abren las manos.
El anciano pensó: 
- A ver qué pasa ahora... 
Algunos chicos y chicas hicieron caso al Hombre de las manos abiertas y empezaron a abrir las manos. Se sintieron más ligeros, más libres y felices.
Empezaron a tener amigos y, juntos, iban explicando a todo el mundo lo que decía el Hombre de las manos abiertas.
Mucha gente se enfadó porque les molestaba que algunos abrieran las manos. 
Capturaron al Hombre y le ataron las manos, pero el Hombre continuaba diciendo lo mismo. Entonces le dijeron:
- ¿Tú quieres que todos abramos las manos?. Ahora te las dejaremos abiertas para siempre jamás.
Lo subieron a una montaña y le clavaron las manos a una Cruz pero no consiguieran matarle. Desde entonces el Hombre de las manos abiertas se ha quedado para siempre jamás en el planeta.
Autor: Vicent Marqués
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
  • ¿Qué crees que nos enseña este relato?.
  • ¿Qué diferencias hay entre una mano abierta de otra que está siempre cerrada?, ¿cuál de las dos será más útil, más necesaria para todos y por qué?.
  • ¿De quién está hablando especialmente esta historia?. ¿Por qué su enseñanza irritó tanto a algunos que decidieran acabar con él?.
  • ¿Qué ejemplo vas a seguir en el día de hoy: de quienes abren las manos como Aquél o el de quienes cierran la mano y las utilizan para golpear y matar como le hicieron a Él?. ¿Qué harás en concreto si acaso decidiste seguir el ejemplo del Hombre de las manos abiertas?.

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