Hoy quiero
saludarte: ¿Cómo estás?
¿Tú sabes?
Me decían que no existes,
Y yo,
tonto, creí que era verdad.
Anoche ví
tu cielo. Me encontraba
oculto en
un hoyo de granada...
¡Quién iría
a creer que para verte
bastara con
tenderse uno de espaldas!
No sé si
aún querrás darme la mano.
Al menos
creo que me entiendes.
Es raro que
no te haya encontrado antes,
si no en un
infierno como éste.
Pues
bien... ya todo te lo he dicho,
Aunque la
ofensiva nos espera
para muy
pronto... Dios, no tengo miedo
desde que
descubrí que estabas cerca.
¡La señal!. Bien, Dios, ya debo irme.
Olvidaba
decirte... que te quiero.
El choque
será horrible... En esta noche,
¡quién
sabe! tal vez llame a tu cielo.
Comprendo
que no he sido amigo tuyo,
pero... ¿me
esperarás si hasta ti llego?.
¡Cómo!. Mira, Dios, ¡estoy llorando!.
Tarde te
descubrí... ¡Cuánto lo siento!.
Dispensa:
debo irme... ¡buena suerte!.
(Me resulta raro... sin temor voy a la muerte...).
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
- ¿De quién está hablando esta plegaria?. ¿Dirías que es un "discurso aprendido" o es "algo que sale del corazón?, ¿en qué lo notas?.
- ¿Es así la oración?, ¿se puede orar hablando con Él sin tener nada preparado?, ¿qué valores encuentras en esta oración espontánea?.
- Entre las personas, cuando no tenemos confianza, solemos "prepararnos bien antes de hablar"; ¿necesitamos hacer eso también con Dios?, ¿necesita Él de un discurso perfecto... o basta con hablarle desde el corazón?.
- ¿A qué te comprometes hoy para "estar con Él"... aunque sea a ratitos, de esta forma natural y espontánea?.
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