¿A qué vienes
ahora a mi jardín,
si jamás
escuchaste mis silencios?
Fuiste tú el
culpable de aquél fin,
al cortar de mi
vid los sarmientos.
¿Vienes a recoger
ahora los abrojos
que quedaron de
tus falsas caricias?
Fuiste tú el
culpable de que mis ojos,
desearan de otro
hombre sus codicias.
Vete, vuelve por
donde has venido,
nadie te pidió
que podaras mis rosas.
Dejaste mi
corazón solo y malherido
al cortarles las
alas a mis mariposas.
No necesito el
calor de tus manos,
¡márchate!, sal
de mi nuevo camino
fue culpa de ese
corazón inhumano
que cambiase el
rumbo del destino.
No me apena tu
lastimosa mirada
ni me causa
ningún dolor tu llanto,
te marchaste sin
mirarme a la cara
y ahora otro, me
cubre con su manto.
Isabel San José Mellado - España
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