Abrazado a
mi desnuda espalda
contemplando
la serenidad del mar
y hablando tan
solo con la mirada,
tus labios
en mi cuello dejaste posar.
Percibiendo como
la fresca brisa
acariciaba
nuestra despojada piel,
en tu faz
provocaba una sonrisa
y en mis
labios el sabor de la miel.
Admirando el
vaivén de las olas
y su
sutil encuentro con la arena;
tus manos, como
hojas de amapolas,
dejaron caer
la sábana sin pena.
Te habría
preguntado qué pensabas
al
contemplar esa luna tan hermosa,
pero preferí
sentir como me besabas
mientras te
exhalaba como a la rosa.
Abrazado
desnudo a mi espalda
sintiendo a
flor de piel la fresca brisa,
volvimos a
esperar otra alborada,
amándonos en
silencio y sin prisa.
Isabel San José Mellado - España
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