Hace años, en los turnos de la noche, conducía un
taxi que se convirtió en un confesionario móvil. Los pasajeros me contaban
acerca de sus vidas. Escuché a varias
personas que me asombraban, me ennoblecían, me hacían reír y muchas otras me
deprimían.
Pero nadie me conmovió
tanto como la mujer que recogí en una fría noche de febrero.
Un día respondí a la
llamada de una vivienda en un modesto sector de la ciudad.
Cuando llegué a las 2:30 de la madrugada, el lugar estaba oscuro excepto por una tenue luz en el primer piso. Bajo esas circunstancias, muchos conductores esperan un minuto y se marchan.
Cuando llegué a las 2:30 de la madrugada, el lugar estaba oscuro excepto por una tenue luz en el primer piso. Bajo esas circunstancias, muchos conductores esperan un minuto y se marchan.
Aunque la situación se veía
peligrosa, caminé hasta la puerta y toqué.
- “Un minuto", respondió una frágil voz.
Pude escuchar cómo alguien
caminaba lentamente arrastrando los pies sobre el piso; después de una larga
pausa la puerta se abrió y apareció una mujer anciana de unos 80 años. A su
lado aparecía una maleta de nylon y una caja de cartón que la mujer dijo “eran unas fotos y
muchos de sus recuerdos”.
Su vivienda parecía como si
nunca hubiese vivido nadie allí. Todos los muebles estaban cubiertos por
sábanas y no había cuadros ni relojes colgados de las paredes.
Ella repetía su
agradecimiento por mi gentileza.
- “No es nada, le dije, yo sólo trato a las personas como quiero que traten a mi madre”.
- “No es nada, le dije, yo sólo trato a las personas como quiero que traten a mi madre”.
Ya en el taxi me dio un papel escrito con una dirección,
entonces preguntó:
- “¿Podría conducir a través del centro?”.
- “Ése no es el camino más corto”, le
respondí rápidamente.
- “Oh, no importa, dijo ella, estoy camino del asilo y quisiera ver mi ciudad por última vez”.
- “Oh, no importa, dijo ella, estoy camino del asilo y quisiera ver mi ciudad por última vez”.
La miré por el espejo
retrovisor, sus ojos estaban llorosos.
- “No tengo familia, no tengo a nadie, continuó, sé que ya no me queda mucho tiempo por vivir…”.
- “No tengo familia, no tengo a nadie, continuó, sé que ya no me queda mucho tiempo por vivir…”.
Disimuladamente apagué el
taxímetro. Las siguientes dos horas conduje a través de la ciudad. Ella me
mostró el edificio donde había trabajado
como operadora de elevadores.
Circulé por el vecindario
donde ella y su esposo vivieron cuando estaban recién casados.
Me pidió que nos
detuviéramos frente a un almacén de muebles donde una vez hubo un salón de
baile en que ella aprendió a bailar cuando era niña.
Algunas veces me pedía que
pasara despacio frente a un edificio en particular, una esquina, un teatro,
o por el parque, y miraba hacia la oscuridad sin decir nada.
Cuando apareció el primer
rayo de sol en el horizonte, ella repentinamente
dijo:
- “Estoy cansada, ya quiero llegar”.
- “Estoy cansada, ya quiero llegar”.
Me dirigí en silencio hasta
la dirección que me había dado.
Dos asistentes que estaban esperándola vinieron al taxi tan pronto llegamos. Eran muy amables. Abrí el maletero y llevé su equipaje hasta la puerta. La mujer se sentó en una silla de ruedas.
Dos asistentes que estaban esperándola vinieron al taxi tan pronto llegamos. Eran muy amables. Abrí el maletero y llevé su equipaje hasta la puerta. La mujer se sentó en una silla de ruedas.
- “¿Cuánto le debo?”, Preguntó,
buscando en su bolsa.
- “Nada”, le respondí.
Me agaché y la abracé. Ella
me sostuvo con fuerza, y dijo:
- “GRACIAS, ¡¡NECESITABA ESE ABRAZO!!”.
Apreté su mano, luego caminé hacia la luz del amanecer. Atrás de mí una puerta se cerró…. “Fue el sonido de una vida concluida”.
- “GRACIAS, ¡¡NECESITABA ESE ABRAZO!!”.
Apreté su mano, luego caminé hacia la luz del amanecer. Atrás de mí una puerta se cerró…. “Fue el sonido de una vida concluida”.
De regreso a casa
reflexionaba: “¿Qué habría pasado si a la
mujer la hubiese recogido un conductor malhumorado o alguno que estuviera impaciente
por terminar su turno?, ¿qué habría pasado si me hubiera rehusado a tomar la
llamada, o hubiera esperado un minuto y me hubiera marchado?”.
No creo que haya
hecho algo más importante en mi vida.
A veces pensamos que
nuestras vidas están llenas de grandes momentos, pero los más grandes son los
que nos atrapan desprevenidos.
Alguien tal vez no recuerde lo que hiciste o lo que dijiste... pero siempre recordará cómo le hiciste sentir... sólo por un abrazo.
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
Alguien tal vez no recuerde lo que hiciste o lo que dijiste... pero siempre recordará cómo le hiciste sentir... sólo por un abrazo.
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
- El relato habla de "un abrazo" pero hubo más ¿cuándo el taxista le dio verdaderamente el primer abrazo?.
- ¿Cuál es la primera condición para que un abrazo físico "llegue" y no sean sólo unos simples apretones?.
- ¿Cómo tuvo que ser el abrazo del taxista para que la mujer anciana expresara que "necesitaba ese abrazo"?.
- Aparte de invitarte a que hoy pongas en práctica eso de abrazar a alguien a quien le quieras hacer ese regalo, te proponemos pensar en ¿qué vas a poner en ese abrazo?, ¿qué te propones para que tus abrazos sean sentidos y percibidos así también para los demás?.