Y ahora somos lamentables sombras
musitando palabras de rencor y
reproches,
vagando sin sentido entre mustias farolas
y morando en penumbra todas las
noches.
la luna a nuestros pies enamorada
sonreía
y, guiñando un ojo a sus fieles
estrellas,
las retaba para envolvernos de
ambrosía.
En el rosal, alegres y bellas, las rosas creciendo,
el lago en su paz a nuestro amor
veneraba
y, las aguas del río mansamente
descendiendo
hacia ese mar que impaciente nos esperaba.
Sabedor y enamorado de nuestra pasión,
a la arena ante juramento hizo
prometer
que, cada huella que dejase
nuestro corazón,
las guardase para siempre en su
amanecer.
Y ahora somos lamentables sombras
escondiendo el llanto bajo la
estrellas,
pidiéndole al mar que limpie con
sus olas
de este desamor, cada una de sus
huellas.
Isabel San José Melado
Derechos de autor - España
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