Al llegar a la estación compró, como siempre, un billete de metro, pero al pagar se llevó una sorpresa.
La chica que le atendía, con una sonrisa tímida, le respondió:
- «Hoy no tiene usted que pagar».
El hombre se quedó de una pieza. Preguntó el porqué.
- «Porque ayer se fue sin coger el vuelto», respondió la chica desde el otro lado del cristal.
¿Acaso recordaba su rostro?. ¿Conocía quién era?. Nada de eso. La chica ni siquiera había estado el día anterior; pero una compañera le había dicho por la mañana:
- «Cuando venga el señor que siempre nos da las buenas tardes, dile que hoy no tiene que pagar».
Con esta referencia, la muchacha en turno supo puntualmente de quién se trataba.
Una hermosa experiencia que hace brillar la nobleza de un corazón. Sin embargo, esta misma luz pone de manifiesto la oscuridad de tantas personas que han olvidado ya ser amables con los demás.
¡Cuántas personas pasarían por aquellas taquillas del metro madrileño!. Y sólo una de ellas era inconfundible porque era «el señor que siempre nos da las buenas tardes».
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
- ¿Es frecuente que alguien nos salude cuando nos cruzamos con las personas?. ¿Lo hacemos nosotros?.
- ¿Qué nos impide ser corteses con los demás?, ¿por qué nos retraemos tanto?. ¿Nos sirve de algo evitar la cortesía tanto en el saludo como en el prestarnos a ayudar en las pequeñas cosas cotidianas?, ¿sería más provechoso practicar la cortesía?, ¿para qué?.
- ¿De qué maneras concretas podríamos en nuestro grupo practicar hoy la cortesía?. ¿Cómo llevarla a la práctica?.
- ¿A qué te comprometes concretamente para ser cortés: con las demás personas del grupo, con nuestro vecindario y otras personas con quienes hoy nos encontremos?.
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