Un carpintero que había contratado para ayudarme a
reparar una vieja granja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo.
Su cortadora eléctrica se dañó y le hizo perder una hora de trabajo y después
su antiguo camión se negó a arrancar.
Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio.
Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos
a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas
de las ramas con ambas manos.
Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente
transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos
pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Posteriormente me acompañó hasta
el coche.
Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y
le pregunté acerca de lo que le había visto hacer un rato antes.
- "Oh, ése es mi árbol de problemas",
contestó.
“Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el
trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a
mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada
noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo otra vez”.
”Lo divertido
es", dijo sonriendo, "que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no
hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior”.
- ¿Qué significa para ti este relato?. ¿Qué enseñanzas le encuentras?.
- ¿Tienes tu "árbol de los problemas"... o más bien cuelgas constantemente, siempre, tus problemas en ti y en los demás que tienes alrededor?.
- ¿Cómo podrías hacer para poder disfrutar de cada momento haciéndote bien a ti y a los demás?.
- ¿Qué vas a hacer hoy en concreto para poder decir al final del día que supiste poner cada cosa en su sitio, valorarte y respetarte más al mismo tiempo que a los demás también?.
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