Solíamos también irnos a la montaña buscando recovecos o quién sabe si alguna vez descubríamos alguna cueva con algún "tesoro escondido" y si no... al río, a perseguir a las culebras de agua para impedir que se comieran a las ranas y los peces que nadaban incautos por aquellas limpias aguas (antes ese río era así).
Otras veces nuestros juegos iban más allá de las travesuras: teníamos pasión por descubrir qué había en las fábricas cerradas o en las "pallissas" abandonadas y cuando no... organizábamos partidos de "béisbol" y como no teníamos pelota ni bates... utilizábamos las tablas de los palets que solíamos hallar rotos por fuera de las fábricas de azulejos; unas piedras hacían las veces de pelota cuando tampoco nadie hubiera traído ninguna bola hecha a base de coser trapos formando esa pelota.
Uno de esos días, en un amplio espacio todavía no edificado, organizamos uno de estos partidos. A uno de mi equipo le tocaba lanzar la bola (piedra del tamaño de una nuez) y la lanzó al bateador quien con todas sus fuerzas la lanzó con poca puntería, lejos... pero a dar justamente contra el cristal de una puerta de una casa habitada... con los consiguientes efectos catastróficos: cristal roto y peligro de una fuerte reprimenda si no más.
Nos fuimos todos a escondernos rápidamente... excepto nuestro amigo bateador que.. se quedó paralizado mirando aquella puerta y luego... botó el "bate" al suelo y se fue tranquilamente andando hasta la puerta a la que mandó el pedrusco.
No lo podíamos creer: "este niño está loco" pensábamos todos.
Al instante salió de aquella casa una señora enfurecida de tal manera que parecía una fiera, gritando como una loca, insultándonos (no reproduzco aquí los calificativos que nos dedicó),... y nuestro amigo viéndola salir..., manteniendo la calma, le dijo:
- "Fui yo señora, le pido perdón. Estábamos jugando a béisbol y sin querer se me fue la piedra a su puerta y rompí el cristal. No tengo dinero pero si quiere puedo hacer alguna cosa que usted me diga para ayudar en algo".
La señora se quedó petrificada, lo miraba y parecía no creerse que este chiquillo hubiera tenido el valor de reconocer lo sucedido. Al instante reaccionó y contestó:
- "Cualquier niño se hubiera ido corriendo y yo me hubiera quedado con el cristal roto y más nada, pero tú no lo has hecho. No voy a echarte ninguna bronca porque ya veo que sabes lo que has hecho y sabes que está mal. ¿Has merendado?".
Nuestro amigo pensó durante unos segundos y repuso:
- "No, casi nunca meriendo".
- "Pues hoy vas a merendar, entra y siéntate en el comedor".
La señora acompañó a nuestro amigo al comedor, le sirvió un bocadillo y un vaso de leche. Mientras él merendaba la señora recogió los cristales rotos y luego se sentó a charlar un rato con él; le explicó a nuestro amigo que hizo eso para premiar su honradez y sinceridad.
Nosotros, cuando él nos contó esos últimos detalles, nos quedamos como diciendo: "Mira que fuimos cobardicas y tontos, teníamos que haber hecho como él".
(Uno de mis recuerdos de hace 48 años). Santi Catalán
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
- ¿Hubieras hecho como aquel chiquillo que tras romper el cristal en lugar de huir fue a pedir perdón exponiéndose a cualquier cosa?. ¿Qué hubieras hecho tú y por qué, para qué?.
- ¿Qué piensas de la respuesta de la señora?, ¿era lógico su enfado con lo sucedido?, ¿por qué crees que cambió tan radicalmente su reacción?.
- El resto de chiquillos envidiamos a nuestro amigo no tanto por su sinceridad sino por el premio que recibió a su sinceridad. Ahora que ya somos adultos ¿qué frutos observamos que trae consigo la honradez y sinceridad que aquel chiquillo demostró, tanto en uno mismo como en los demás?.
- ¿A qué te vas a comprometer hoy para avanzar en sinceridad y honradez contigo mismo/a y con los demás?.
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