miércoles, 27 de agosto de 2014

Nuestros hijos y la afectividad

La afectividad es la necesidad que tenemos los seres humanos de establecer lazos con otras personas. Una afectividad positiva es la primera garantía de estabilidad emocional y seguridad que necesitan los niños, tanto en uno mismo como en los demás, y para que un niño la desarrolle es determinante la actitud de los padres, que deben mostrar una buena determinación para colaborar en la educación afectiva de sus hijos.
Afectividad emocional de los niños. Educación afectiva.
La actitud es la predisposición que tenemos para actuar de una manera determinada ante cualquier experiencia, y la forma en que se afronta y valora. Ésta varía continuamente a lo largo de la vida. Los factores que hacen que la actitud se modifique son la información que recibimos del entorno a través de interacciones verbales y no verbales, los pensamientos, los sentimientos, los comportamientos y sus consecuencias.
Todas estas variables están interrelacionadas, por lo que un cambio en cualquiera va a producir variaciones en las demás, modificando la actitud. Aunque este dinamismo se da a lo largo de todo el ciclo vital, la infancia y la adolescencia son momentos críticos en su configuración general.
Cuando hablamos de la buena o mala actitud de nuestro hijo, solemos referirnos a su conducta, puesto que es el único factor observable. Sin embargo, no es más que la punta del iceberg de las variables que intervienen y condicionan el desarrollo integral del niño. 
La afectividad en los niños.
La expresión afectivo hace referencia a la necesidad que tenemos los humanos de establecer vínculos con otras personas que nos ayuden en la supervivencia y nos proporcionen estabilidad emocional y seguridad. Al nacer desprotegidos, necesitamos a los adultos para cubrir las necesidades básicas, como el abrigo, la comida, la bebida y el descanso. Por ello, la naturaleza nos dota del instinto maternal, a partir del cual se creará el primer vínculo afectivo: el apego.

Tipos de apego en los niños.
Existen diferentes estilos de apego: seguro, ansioso ambivalente y evitativo–y dependiendo de cuál se adopte y de su calidad, el grado de seguridad del niño variará, tanto con respecto a él mismo (en términos de autoestima) como con los demás (en términos de confianza). Gracias al apego, el niño aprenderá a querer, a besar, a acariciar, a reconocer sus sentimientos y los de los demás, a expresarlos, a superar los fracasos sin que ello afecte a su estabilidad emocional; en resumen: a vivir de forma positiva.
Seguro: El niño no se muestra especialmente alterado por la separación de la persona objeto de apego y, al volverse a reunir, se siente bien junto a ella.
Ansioso ambivalente: Después de la separación, el niño muestra reacciones de rechazo y aproximación hacia la persona objeto de apego.
Evitativo: El niño, tras la separación del objeto de apego, evita a dicha persona y parece sentirse mejor con otras menos próximas.
Julia Silva García. Psicóloga


CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
  • ¿Qué argumentos nos da el texto anterior para poner atención a la expresión de los afectos, acogida de los afectos y la educación en la afectividad?.
  • Si acaso observamos que "no hemos logrado una buena relación padres-hijos con un hijo que ya es adolescente ¿puede decirse que "ya no se puede hacer nada a partir de ahora"?. Si alguien nos afirmara eso ¿qué responderíamos?.
  • ¿Cómo hacer para expresar y acoger mejor los afectos?.
  • ¿Qué harás hoy en concreto para demostrar a tus hijos que les quieres y también para darles a entender que esperas y deseas su afecto hacia ti?.

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