domingo, 6 de julio de 2014

Fraternidad, bien común y economía civil

La fraternidad hace posible tratar a quienes tienen los mismos derechos fundamentales (todos son hijos de los padres) de forma distinta, para que cada cual desarrolle los dones que le son propios. Así, no todos han de seguir el mismo camino, no todos han de tener los mismos bienes, no todos han de llevar a cabo las mismas tareas. Las relaciones se rigen (por lo menos a menudo) por el principio de reciprocidad: uno da algo a otro esperando, pero sin derecho a exigir, algo a cambio. Este es un principio que rige muchas relaciones humanas (y que debería extenderse a otras).
El ejercicio de la fraternidad se da de forma natural, claro está, en la familia. Uno de los frutos de la convivencia familiar, el más importante para lo que nos ocupa, es la introducción al bien común. Hay cosas que se hacen por el bien de la familia, por el logro de la armonía familiar; ese bien de la familia no es ni privativo de cada uno, ni de todos en general: es el bien de todos en tanto que forman una unidad. Es la versión más tangible, accesible a todos, la analogía del bien común, ese concepto de tan difícil definición.
El concepto de bien común es precisamente lo que diferencia la economía civil de otras variedades de la economía de mercado y, en particular, de la variedad que llamamos capitalismo.
La economía civil (creación de los franciscanos italianos de los siglos XIII al XV, continuada en parte por la Escuela de Salamanca de los ss. XVI y XVII) es una economía de mercado, que se rige por principios parecidos: división del trabajo, acumulación, libertad de empresa, regulación de la competencia; pero orientada, no a la maximización del beneficio individual, sino al bien común.
Esta distinta orientación tiene, naturalmente, consecuencias prácticas. La más llamativa es quizá la que trata del futuro del trabajo:
Se extiende el temor, no carente de fundamento, de ver desaparecer muchos trabajos hoy al alcance de todos, y de terminar con una sociedad polarizada. Esta posibilidad se debe a la operación del principio de maximización del beneficio individual, del que se deriva una división del trabajo basada en la maximización de la productividad: la que recoge Adam Smith en su célebre ejemplo de la fábrica de alfileres.
Para los pensadores de la economía civil, por el contrario, la división procede de un principio: que el trabajo es parte integral de la condición humana, de modo que la existencia de oportunidades de trabajar es un elemento del bien común, y que cada hombre necesita trabajar no sólo para ganar su sustento. De ahí se deriva que, como todos los hombres son distintos entre sí, las tareas han de estar organizadas de tal modo que cada uno tenga algo que hacer que se ajuste a sus aptitudes e inclinaciones. La división del trabajo es, pues, un principio que tiene manifestaciones distintas según sea el principio ordenador de la sociedad de que se trate.

CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
  • ¿Qué conclusiones obtienes de la lectura de este texto?. ¿Son aplicables a tu experiencia cotidiana?, ¿en qué y cómo aplicarlas?.
  • Según el texto ¿en qué ámbito aprendemos el valor de la fraternidad y del bien común?. ¿Cómo estamos educando a nuestros hijos en relación con estos dos conceptos?.
  • ¿Crees que hoy nos educan para desarrollar nuestras capacidades... o más bien educan nuestras capacidades para que funcionemos mejor en el "mercado laboral"?. ¿Qué podemos hacer al respecto?.
  • ¿Qué vas a hacer hoy para expresar en tus hechos, o en alguno de ellos, la fraternidad humana a la que nos llama este artículo?.

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