Cuando el joven Nerino fue nombrado
jefe de la tribu, todos esperaban que, tal y como era costumbre en la isla,
dedicase sus esfuerzos a luchar contra la gran bestia del ojo de fuego, el
malvado ser que los aterrorizaba desde hacía cientos de años. Nerino había
prometido derrotar a la bestia, y aunque era un buen luchador, no parecía mejor
que los que habían fracasado antes que él. Calculaban que no duraría mucho más
de un año como jefe de la tribu. Era más o menos el tiempo que se tardaba en
preparar y entrenar un grupo de guerreros para viajar hasta la cima del volcán,
donde vivía el terrible enemigo. Una vez allí, sin importar lo valientes y
fuertes que fueran, todos los del grupo eran aniquilados en unas pocas horas.
Pero no ocurrió nada. Nerino no
preparó un ejército, ni entrenó más de lo habitual, ni inventó nuevas tácticas
de lucha. Se limitó a cambiar el asentamiento de la tribu cuando en verano la
bestia lanzaba sus más feroces ataques, inundando todo con el abrasador fuego
de su ojo.
Todos le miraban con insistencia y
preocupación. Le pedían que luchara, que hiciera algo, que fuera tan valiente y
cumpliera con su destino como jefe, pero Nerino se limitaba a decir:
- “Venceré a
la bestia, pero aún no es el momento”.
Así pasaron tantos años que Nerino se
convirtió en un anciano. Y aunque le respetaban como jefe, pues su estrategia
de ir cambiando de lugar en la isla había permitido salvar muchas vidas, todos
le tenían por un cobarde.
Pero cuando ya nadie lo esperaba,
Nerino preparó un grupo de guerreros. Lo hizo de pronto, sin avisar, una fría
noche de invierno. La nieve, rara en aquella isla, cubría el suelo, y el grupo
tuvo que marchar descalzo, con los pies helados, camino del volcán, a toda
prisa. Junto a la cima del volcán encontraron la cueva de la bestia. Nerino
entró decidido, mientras sus compañeros realizaban los rituales típicos de
despedida y se disponían a morir...
Cuando entraron, el anciano estaba en
pie junto a la bestia. Ésta estaba tendida en el suelo, hecha un ovillo, temblando
y gimiendo, al borde de la muerte. Nerino y sus guerreros no tuvieron problemas
para apoderarse del ojo de fuego y encadenar fuertemente a la bestia.
De vuelta al campamento de la tribu,
todos deseaban escuchar la aventura de Nerino y su combate con la bestia. Ni
siquiera el bebé más pequeño faltaba cuando el jefe inició su relato:
- "Jamás he pensado luchar con algo tan
terrible, y hoy tampoco lo he hecho.” -dijo, creando un sentimiento de
extrañeza y expectación. Y prosiguió:
- "¿Ninguno os habíais fijado en que la
bestia nunca atacaba en los peores días del invierno, y que después de alguna
época especialmente fría, su fuego no era tan intenso, ni sus ataques tan
temibles?. Durante muchos años he estado esperando una nevada como la de hoy,
pues lo que necesitábamos no eran guerreros, sino frío. Cuando llegamos al
volcán, la bestia estaba tan débil que no pudo ni luchar. Por fin hemos acabado
con siglos de luchas y muertes, y tenemos a la bestia y su ojo de fuego a
nuestro servicio".
Todos aclamaron la sabiduría de su
jefe, y más le felicitaban quienes más le habían criticado y despreciado por su
supuesta cobardía. Y hasta el más impaciente de la tribu aprendió que, a veces,
la paciencia puede llegar a ser mucho más útil que la acción, aunque tengas que
ser tan valiente que permitas que te traten como un cobarde.
Pedro
Pablo Sacristán
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
- Según lo que el relato nos cuenta, ¿qué estuvo haciendo el joven Nerino todo el tiempo previo a atreverse a enfrentarse con la bestia?.
- ¿Qué solemos hacer cuando nos hallamos ante un problema o una gran dificultad?, ¿qué pasos seguimos para resolverlo?. ¿Qué nos enseña el relato del "valiente jefe cobarde" al respecto?.
- ¿Cómo hacer para enfocar las situaciones difíciles con más inteligencia, verdadera valentía y coraje?, ¿cómo practicar la verdadera paciencia?.
- ¿Cuál va a ser tu compromiso de hoy para ser más paciente?, ¿qué vas a hacer en concreto para ejercitarla?.
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