Érase una vez
un joven lobo que vivía en el bosque. Se destacaba de los demás por su empatía,
fidelidad y ese eterno deseo de ayudar a los demás.
Su vida pasaba
plácida entre sus compañeros de manada. Dedicaba su tiempo a educar a los lobos
más jóvenes que él en el difícil arte de ser lobo, construyendo estrategias
para que se convirtieran en excelentes cazadores, protectores y proveedores de
la manada. Era un lobo muy admirado y querido por todos.
Este lobo
tenía un sueño: recorrer las planicies, alcanzar la cima de las montañas más
altas y descubrir nuevos bosques y; por qué no, conquistar a su pareja para
nunca separarse de ella. Todos conocían sus sueños y lo alentaban a seguir
adelante. Él seguía preparándose en cuerpo y alma para el viaje que tarde o
temprano emprendería.
Al fin llegó
el día tan esperado. Algunos de sus hermanos también se habían preparado para
partir. La emoción se sentía en el aire. Todos los preparativos estaban listos,
nada se había omitido. Por fin tantas horas de preparación daban sus frutos. Se
despidieron de los demás y emprendieron la partida. No habían salido aún de los
contornos del territorio que ocupaban cuando alcanzaron a escuchar sollozos.
Alguien se lamentaba lastimeramente.
El grupo se
dirigió hacia el lugar y se encontraron a la loba más vieja de la manada con
dos lobeznos que pertenecían a su clan. El lobo amablemente se acercó e indagó
sobre lo que ocurría.
La anciana
loba le contó que su hijo tenía días de haber salido de cacería con otros
compañeros, los demás volvieron pero él no regresó. Ella se había aventurado
con sus nietos para buscarlo pero no lo encontraron. La manada de lobos pospuso
la partida pues consideraron prudente ayudar en la búsqueda.
Pasó una
semana y no lo encontraron así que los lobos decidieron partir. Muy de
madrugada prepararon la partida. Todos estaban muy emocionados, al partir, el
lobo amable se despidió de la anciana loba y sus nietos. Mirándolo con tristeza
le desearon lo mejor. El lobo amable, con un nudo en la garganta, se despidió.
Llevaban media
hora de camino y bruscamente el lobo amable detuvo su carrera, al verlo sus
compañeros se preocuparon pues conocían su corazón. Uno de ellos se le acercó y
le preguntó que le sucedía y escuchó lo que más temía, la decisión del lobo
amable los dejó perplejos. Regresaría a la manada y se ocuparía de los lobeznos
y la anciana loba mientras regresaba el hijo ausente.
Los lobos no
se midieron en razones para que no regresara, era su sueño, se había preparado
tanto para este momento y ahora lo dejaría todo por resolver un problema que no
le pertenecía, no era responsable por ellos. No era justo. Iba a cambiar su
destino.
El lobo amable
dio media vuelta y se alejó de ellos lo más rápido que pudo, no quería que lo
vieran llorar. Es cierto, perdía su sueño y su decisión le dolía pero alguien
necesitaba su apoyo, sus consejos y él podía esperar. Ya habría tiempo. Sus
amigos esperaron un rato con la esperanza de que volviera con ellos pero la
espera fue inútil.
Se miraron
unos a otros y decidieron marcharse, en fin las acciones heroicas dirigidas por
un corazón lleno de amor siempre son catalogadas como una locura y los que las
realizan son, para el común de los demás unos tontos; pero para quien conoce el
alma y su inmensidad su decisión fue la prueba de amor y desprendimiento más
pura.
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
- ¿Qué razones pudo tener el lobo amable para sacrificar su sueño?. ¿Qué motivos tuvieron los demás lobos para no hacer lo mismo que él?.
- ¿Qué hubieras hecho tú en su lugar?. ¿Por qué y para qué?.
- ¿Qué situaciones de tu vida cotidiana crees que necesitarían actos de nobleza como el que llevó a cabo el lobo amable?.
- ¿Cuál va a ser tu compromiso de hoy para vivir el valor de la nobleza?.
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