Así se llamaba
ese nenuco
que compartía
con mis hermanas.
nos puso a prueba;
era suave con aroma a frutillas;
en verdad se sentía cual bebé.
Fuimos felices,
entre juegos y risas;
teníamos un mundo aparte
aunque nunca salíamos a jugar.
El era nuestro amigo Chuchito.
Hasta hace algunos años
aun lo conservé,
pero llegué una inundación
y a él no pude salvar;
fue triste dejarle ir...
ahí en un montón de basura
donde tiramos los recuerdos.
Parece una tontería ¿no?,
pero sentí que perdía
el pasado a su lado.
De vez en cuando
aún busco uno igual,
así con su carita blanca,
peloncito, peloncito.
Simulando estar dormido…
jamás despertó,
siempre en ese sueño eterno.
Y creo que así se quedó,
en mi memoria guardaré,…
quise guardarlo
para que mi hija jugara
pero ella llegó mucho después.
Mgabriel Portilla MÉXICO
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