La
historia de Meghan Finn prueba que las limitaciones impuestas por la naturaleza
no son un obstáculo para llevar una vida con grandes logros y realizaciones.
Meghan padece una alteración genética que es conocida con el nombre de
“Síndrome de Williams”, un trastorno que se presenta en uno de cada 20 mil
recién nacidos. Consiste en la falta de 20 genes, en el brazo largo del
cromosoma 7.
La
consecuencia de esa carencia es que quien la sufre también presenta deficiencias
en el desarrollo cardiaco y cognitivo. Son personas que tienen dificultad para
aprender. Les cuesta mucho desarrollar el pensamiento abstracto y muestran
deficiencias en el razonamiento espacial. Esto hace que su coeficiente de
inteligencia esté 35 puntos por debajo de 100, en las mediciones estándarizadas
de esta escala.
Por
compensación, quienes padecen el Síndrome de Williams suelen tener una
particular disposición para la música. Ese es el caso de Meghan, quien desde
muy pequeña seguía la melodía de las canciones y las repetía a puro oído en un
piano. La música la atraía poderosamente y no solamente le aportaba serenidad,
sino que también era su gran recurso para expresarse.
Afortunadamente
sus padres siempre se mantuvieron atentos a todos los caminos que pudieran
contribuir a mejorar las capacidades y las condiciones de vida de la niña. Su
madre, Liz Costello, había sido informada del trastorno por los médicos, cuando
Meghan tenía apenas 18 meses de edad. Le advirtieron, además, que su hija probablemente
sufriría deformaciones en el rostro a medida que creciera.
Para
cualquier padre o madre del mundo es profundamente doloroso un diagnóstico de
ese estilo. Los Finn estaban básicamente estaban obligados a asimilar que
Meghan iba a sufrir limitaciones de por vida y que, eventualmente, también
sería afectada por deformidades físicas. Aun así, estos padres en particular
estaban dispuestos a pelear.
Liz
Costello inscribió a su hija en una escuela de educación especial. Pero también
la hacía participar en la escuela regular, porque estaba convencida de que la
niña aprendería mucho observando a los demás niños y a la maestra. Meghan tuvo
altibajos en los grados medios, pero gracias al apoyo, la psicoterapia y los
masajes recuperó el entusiasmo.
Las personas
que padecen el Síndrome de Williams tienen una personalidad que contrasta con
las limitaciones cognitivas. En general son muy sociables y extrovertidos.
Suelen tener gran capacidad lingüística y les encanta conversar con los demás.
Pero al mismo tiempo tienen dificultad para interpretar las señales que emiten
sus interlocutores. No son capaces de reconocer una actitud airada o de
rechazo. Para ellos, la persona que tienen al frente siempre es amigable.
Viven en
la paradoja de percibir el entorno social como una realidad en la que nadie es
un extraño. Pero a la vez, les resulta prácticamente imposible entablar una
amistad verdadera, dado que son incapaces de reconocer plenamente la
subjetividad de los otros.
Contando
con todo esto, Meghan Finn y sus padres buscaron salidas y las encontraron.
Durante un curso de música el profesor Howard Lenhoff les indicó que la voz de
la niña era muy hermosa y debía ser aprovechada. Así fue como Meghan selló un
pacto definitivo con el maravilloso mundo de la música.
Entre
1997 y 1999 logró vivir sola, lejos de sus padres, gracias a un programa
especial en la Universidad Nacional Louis de Illinois. Pero eso no es todo.
Actualmente es una verdadera estrella de la canción dentro del “Mundo
Williams”. Grabó un CD y ha tenido cientos de presentaciones en el escenario.
Colabora con fiestas benéficas y entretiene al público con sus historias cada
vez que toma el micrófono.
Ella y su
madre son invitadas con frecuencia por diversas instituciones para que hablen
acerca de esa travesía, en la que han hecho gala de su tenacidad. Meghan
finalmente no sufrió ninguna deformación en su rostro y hoy es una mujer de 30
años que se siente igual a las personas llamadas “normales”. Al fin y al cabo
la vida se trata de que cada quien haga lo mejor posible con los recursos que
la naturaleza otorga al momento de nacer. Y Meghan lo logró.
- ¿En qué centró Meghan Finn su atención y sus energías: en sus limitaciones o en sus posibilidades?. ¿Podía haberse decidido por la otra opción?, ¿a qué punto habría llegado?.
- ¿Qué nos enseña la experiencia de esta mujer?.
- ¿Qué hacer con nuestras limitaciones?, ¿y con nuestras potencialidades?. ¿Cómo alcanzar lo que deseamos a pesar de nuestras limitaciones?.
- ¿A qué puedes comprometerte hoy para crecer en tenacidad?.
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