sábado, 12 de diciembre de 2015

Nostalgia de la belleza

Confesaré que suelo recluirme, bajo las alas y olas deseables de la soledad, a la hora de citarme con los amigos. Llegan a diario a mi retiro. Saben que me gusta verles en plena faena, con su cosecha de obras literarias o artísticas. Admiro el mimo que ponen en sus criaturas. Contrarrestan los humos de esta sociedad abortista, donde el número de abortos entre menores de veinte años se ha duplicado en España desde 1996. Es la mayor matanza de inocentes que ha conocido nuestra historia. Otro gallo nos cantaría si hubiésemos potenciado otro tipo de cultivos, como el de laborar belleza.
Mis amigos, cultivadores de hermosuras, no se retrasan nunca. Son fieles a la fidelidad, igual que los amantes enamorados del amor. Ellos lo están de la belleza. Me acercan sus manjares en silencio: libros escritos a golpe de corazón, manifiestos en color, músicas en pentagramas, conciertos esculpidos que hablan por sí solos. Unos aman el arte y otros las genialidades del pensamiento, como auténticos filósofos siderales y pasionales poetas. Hay un denominador común en todos ellos: el de ser personas desprendidas que lo donan todo, hasta el don de hacernos partícipes del festín creador. Rebosan perfumes y aromas, pulsos y pausas, verdades que relucen al igual que nardos en la noche. Mi gratitud a estos dioses del aire es tan pura como el amanecer en alta mar. No hay palabra que pague tanta hermosura sembrada y autenticidad desnuda. Por ellos vivo, en plena forma y a fondo, expectante para saborear el espectáculo de la magnificencia, expresado por el romántico Bécquer, como un soplo de gozo: de cualquier manera que se presente, levanta la mente a nobles aspiraciones.
El mundo que los humanos hemos construido, se tambalea y nos bambolea. De seguir así, acabarán poniéndose de moda los atentados suicidas. Este mundo cada día es más difícil, nos oprime y nos reprime. Ha huido de la belleza. ¿Quién puede gozar así?. La medicina que nos receta uno de los protectores de la palabra, llegado recientísimamente a mi buzón, el escritor Talismán, nos da un respiro. Su libro nos higieniza, es como una vacuna resucitadora. Bajo el título: “En esta noche oscura”, el ensayista, nos alienta a profundizar en la belleza que place a los ojos y que complace al corazón, la vuelta a la contemplativa. Así lo escribe, y prescribe, en uno de los párrafos: “Pienso que es urgente y necesario el concepto espiritual, místico y poético de la vida, un retorno de la mujer y el hombre, a la fuente de su verdad íntima y cordial, a la emoción de su vivencia interior más soñadora y profunda, donde puedan sentir el misterio inefable que nos envuelve, el pulso sobrenatural de su existencia”.
La huella de la belleza, esplendor de la verdad, nos enaltece y conmueve. Es una especie de vitamina que nos hace crecer por dentro. El mismo Platón ya considera el encuentro con la belleza como esa sacudida emotiva y saludable que permite al hombre salir de sí mismo, lo “entusiasma” atrayéndolo hacia otro distinto de él, lo arranca del acomodamiento cotidiano. Quizás, por ello, los verdaderos labradores de gracias esplendorosas, estén siempre en conflicto contra poderes constituyentes o constituidos, al no promover justicias y solidaridades, libertades e igualdades. No se casan con nadie. Ni se venden al mejor postor. Es la diferencia con los otros “cantamañanas”, que lo único que generan son sucedáneos. De ahí que, entiendo, será saludable para un país el fomento de expresiones culturales de calidad, cultivadas en un marco de independencia y pluralismo, porque un pueblo que no lleva la belleza dentro del alma no la encontrará en ninguna parte, y será como un barco a la deriva.
Es bien conocida la famosa pregunta del pensador: “¿Nos salvará la Belleza?”. Por experiencia propia debo ratificar que nos salva de la tristeza, del desencanto, de la infelicidad. Con razón, se comenta en todos los patios de vecinos, desde siempre, que el mejor cosmético para la belleza es la felicidad. Sin duda alguna, un pueblo radiante es siempre más tolerante que otro que no se cultiva en la beldad, factor que ayuda a la cohesión y a la coherencia de pareceres, en favor de un mundo más habitable, protegiendo ese gran mural que es la naturaleza, a la que no le pega para nada la altísima contaminación acústica que generamos actualmente. Olvidamos, a veces, que la naturaleza nos regala todos los días la más nívea de las perfecciones, la composición musical más etérea, atmósfera esencial para nuestra vida, una lluvia que hace brotar cuerpos y campos, el aire limpio o un alba que nos despierta a la poesía.
Quizás el lector se pregunte, como yo mismo, ¿dónde hallar la belleza hoy?. No es nada fácil en un mundo de mentiras, que ha roto el amor a lo bello, que es tanto como decir el encanto de vivir. A lo mejor tendríamos que mirar más al cielo y menos a la tierra, descubrir el artista que todos llevamos dentro, ser transparentes y dejar que la luz nos impregne de versos. Se precisa volver a reencontrarse con la bondad de un universo armónico, y globalizarnos en la ética, para retomar un equilibrio de vida sana. El contacto con la naturaleza, sobre todo aquella que no ha pisado todavía el hombre, es de por sí profundamente regeneradora, nos lega serenidad y asombro, existencia y asistencia, energía y vigor.
A todas luces, la belleza, es el lenguaje de la esperanza, el que nos salva y nos trasciende, el que nos ayuda a vivir, el que nos pone en movimiento y en disposición de amar y conocernos. Frente a tantas mediocridades y barnices que nos deslucen la tierra, por falta de educación ambiental a todos los niveles y edades, se necesitan hacedores capaces de revivirnos la epopeya de luces que embellecen el universo. Los instantes que captan los artistas nos muestran la belleza que no debemos destruir, para no caer en la enajenación, de borrar los encantos y magias de rincones y entornos, pletóricos de paz, donde vivir nos hermana y nos armoniza. Requerimos, con urgencia, esa salud para el mundo.
Víctor Corcoba Herrero - Escritor-

CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
  • ¿Qué elementos considera Víctor Corcoba en este escrito que han contribuido y siguen contribuyendo a destrozar la belleza?. ¿Qué otros, sin embargo, la aúpan, resaltan y ennoblecen?.
  • ¿Cómo podríamos ser constructores de belleza, según las indicaciones que el autor de este escrito nos plantea?.
  • Si tuviéramos que reivindicar la existencia de áreas del conocimiento que fomenten el conocimiento de la belleza y su necesario cuidado ¿cuáles mencionaríamos?.
  • ¿Qué vas a hacer hoy en concreto para facilitar tu encuentro con la belleza, disfrutarla y convertirte en creador/a de belleza?.

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