Llegué ahí donde
nos miramos por primera vez;
nunca te olvidé, nunca te olvidé.
acariciaban mi frío corazón,
temblaba mi razón sin tu mirada.
Te extraño, sí te extraño;
esos ojos de miel, esa sonrisa
que se perdió al anochecer.
Y tú no estás, te llamo
y no estás, dame al menos
una señal que estás.
Una tarde, dejé mi ser en tus manos
que me hacen esclavo
de tu cuerpo y alma que ama.
Déjame llegar a ti
no te pierdas sin mí,
llévame a ti.
MGabriel Portilla México
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