jueves, 15 de septiembre de 2016

Historia de solidaridad

En días pasados viajé en mi automóvil rumbo a la frontera con Estados Unidos con la intención de ingresar a ese país por la ciudad de Nogales. Al llegar a la línea fronteriza, tal como temía me encontré una larga fila de automóviles por lo que decidí armarme de paciencia y esperar mi turno.
Estando en "modo de espera", observé que del automóvil que estaba delante mío que portaba placas de Arizona, se bajó del lado del copiloto una señora de apariencia latina, abrió la cajuela y empezó a trasladar varios objetos (envueltos en forma burda en grandes trozos de papel) al interior del asiento trasero de su carro.
Me llamó la atención esa acción porque yo acababa de hacer exactamente lo contrario, es decir para facilitar la inspección aduanal, las bolsas que traía en el asiento trasero las coloqué en el interior de la cajuela de mi automóvil, de tal forma que estuvieran fuera de la vista de propios y extraños.
Dicha persona tardó bastante en mover varias bolsas y envoltorios de papel de la cajuela al asiento trasero, toda esta acción mientras el automóvil avanzaba a vuelta de rueda y por fuera del vehículo se sentía un viento helado y caía una ligera llovizna, clíma típico de la frontera mexicano-estadunidense durante estas fechas.
Una vez que esta persona terminó de cambiar de lugar los objetos mencionados ingresó nuevamente a su vehículo pero ahora en el asiento trasero mientras el vehículo avanzaba lentamente y se detenía por largos períodos.
Cuando pasó un vendedor ambulante al lado de este automóvil ofreciendo sus productos (cacahuates garapiñados, dulces y otras golosinas), una mano asomó por la ventana del vehículo llamando al vendedor, se hizo un intercambio de palabras y apareció de nuevo esa mano portando un envoltorio de papel grande que resultó ser una chamarra para niño.
De inmediato el vendedor ambulante intentó ponerse la chamarra pero como era para un niño no le quedó, al ver esto, la persona dentro del vehículo sacó su brazo portando en sus manos un par de zapatos masculinos usados, que fueron entregados al vendedor ambulante que los recibió con una gran sonrisa y ligera expresión de sorpresa.
Haciendo malabares con sus mercancías y los objetos recibidos que mantenían sus manos ocupadas, el vendedor ambulante sacó de entre los bultos que cargaba una tira de cacahuates garapiñados y con una gran sonrisa los entregó a los ocupantes del interior del vehículo a manera de intercambio, al mismo tiempo que con la otra mano con un alto grado de dificultad sacaba un teléfono celular y hacia una llamada.
No pasaron dos minutos cuando llegó una mujer (otra vendedora ambulante), que se acercó al automóvil que delante de mí avanzaba lentamente hacia la línea fronteriza, cruzó unas palabras con el vendedor ambulante que se retiró para continuar con la venta de sus productos.
La recién llegada intercambió palabras con quienes estaban dentro del vehículo e hizo la seña del número 3 con su mano derecha, ya que la izquierda la mantenía ocupada con diversos objetos, inmediatamente recibió tres envoltorios de papel del interior del vehículo y sin abrirlos se retiró con señales de agradecimiento y sonriendo ampliamente.
El automóvil avanzó cinco metros, yo detrás de él sin perder de vista los acontecimientos ya que me encontraba en una posición privilegiada, prácticamente en primera fila de un espectáculo.
Cuando pasaron dos vendedoras ambulantes fueron llamadas por los ocupantes del vehículo para entregarles un sombrero de mujer dentro de una bolsa, una bufanda larga de color negro y otros objetos que fueron recibidos con entusiasmo y grandes muestras de agradecimiento por las vendedoras.
La escena se repitió por otras tres ocasiones, los ocupantes del vehículo regalaban bultos envueltos rudamente en forma de papel (que resultaba ser ropa usada por lo regular) o simplemente artículos al descubierto a los vendedores ambulantes, hasta que finalmente llegaron otros vendedores que no tuvieron la fortuna de los primeros porque ya no les tocó nada, pero aún así al percatarse de la acción no dudaron en obsequiar a los ocupantes del vehículo parte de sus mercancías, al mismo tiempo que charlaban amistosamente y entre sonrisas como si fueran grandes conocidos. Se podía percibir un ambiente de alegría entre vendedores ambulantes y ocupantes del vehículo, porque sonreían y de manera esporádica soltaban una carcajada.
Entonces fue que comprendí toda la acción, ese ambiente de camaradería se logró gracias a que los ocupantes del vehículo con placas de Arizona que se disponían a cruzar la frontera ingresando a Estados unidos, eran mexicanos que vivían en ese país y que se habían preparado para cruzar la frontera ingresando a México para que al regresar a territorio estadunidense pudieran obsequiar presentes (objetos usados) a los vendedores ambulantes.
Es decir, mexicanos que a pesar de vivir en otro país no olvidaron sus raíces y sobre todo que mantenían sentimientos de solidaridad con los vendedores ambulantes por ser parte de los desposeídos.
Ser testigo en primera fila de esta acción me conmovió al grado tal que me emocioné gratamente y compartí la alegría de los vendedores ambulantes que se sentían tomados en cuenta por personas desconocidas al grado de que les regalaron diversos objetos.
En un momento dado hice el intento de grabar esa acción, pero un destello de cordura me detuvo al pensar que probablemente lo tomarían a mal los buenos samaritanos, ya que estaba justo detrás de ellos y ellos podían verme de la misma forma que yo podía verlos a ellos.
Por ello sólo me dediqué a observar pensando que lo mejor sería que describiera esa escena por escrito, tal como lo estoy haciendo en estos momentos para compartirlo con otras personas acompañado de algunas reflexiones personales.
Estando de observador de esta conmovedora escena, recordé el inolvidable discurso de José Mujica el Presidente de Uruguay quien se ha convertido en símbolo mundial contra la tentación del poder y lo que éste implica por su estilo de vida austera que para algunos resulta difícil de creer.
José Mujica dijo en su último discurso en Ecuador una que encierra una gran verdad: "por más jodido que estés, tienes algo que compartir con los demás" y al recordarlo pensé que lo que estaba atestiguando en la frontera de México con Estados Unidos afirmaba la plena veracidad de esta frase, porque estos buenos samaritanos, los mexicanos ocupantes del vehículo con placas de Arizona, no se veían luciendo ropa cara o de marcas exclusivas, ni el vehículo era de modelo reciente, al contrario era de modelo atrasado y evidenciaba que necesitaba mantenimiento en varias de sus partes.
Pero al mismo tiempo también pensé que al repartir esos objetos estas personas dieron algo mucho más que objetos materiales a los vendedores ambulantes, les dieron algo más que fue precisamente lo que generó ese ambiente de alegría y camaradería.
Les dieron una sensación de apoyo, un sentimiento de esperanza, un acto de solidaridad, momentos de alegría y de compañía.
Autor: Oscar Yescas Domínguez

CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
  • ¿Qué le llamó la atención de esta historia a quien nos la relata: Oscar Yescas Domínguez?. ¿Por qué le llamó la atención?.
  • ¿Conoces historias reales similares?. ¿Qué nos enseñan con esos ejemplos?.
  • ¿Qué proceso seguir para aprender a ser solidarios?, ¿qué cualidades necesitamos desarrollar para vivir la solidaridad?.
  • ¿Cuál va a ser tu compromiso concreto de hoy para evidenciar que eres capaz de ser una persina solidaria?.

No hay comentarios:

Publicar un comentario