Confinado el mundo por un maldito
virus que corroe por dentro la sangre,
dolor en la mirada, de amor, hambre,
y entre cuatro paredes silente grito.
Entre las mudas estancias del hogar
un corazón implora una plegaria,
ruega a Dios que la deje de hostigar.
Resbala por el espejo empañado
el agua como río en su nacimiento,
despacio, y en un silencio ahogado
oculto tras maquillaje, el sentimiento
de un cuerpo por fuera magullado,
rogando que cese el confinamiento.
Isabel San José Mellado - España
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