Mire usted ¡qué osadía la suya!
dejarme tocarlo
y cómo la vida se detuvo por horas.
No sé cuanto tiempo
sería el que esperé
pero el corazón mío
volvería a tocarte.
Renaciendo
entre los sueños y silencios
quiero perderme
el tacto de tus manos
y las caricias
que nos hacen sentir
que sólo existimos.
MGabriel Portilla
Tulancingo Hidalgo, México
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