Cada
vez que mis párpados cierro,
os
siento dormidos en mi regazo
y con gran alegría las penas entierro,
entregando
a mi alma vuestro abrazo.
Con
leve sonrisa miré hoy al cielo
y mientras susurraba una oración,
vi
majestuosa un águila en vuelo
que
me hizo temblar de emoción.
Pocas
son las alegrías de la vida,
pero
suficientes para ser felices,
y si
contar un cuento es mi huída,
comeré
todos los días perdices.
Os
amo con todo mi cuerpo y alma,
y agradezco
a Dios este bello regalo
que
a mi vida colma de paz y calma
como
al rosal ver abrir un pétalo.
Gracias
doy al cielo por las alegrías,
esas
alegrías que llegan inesperadas
y
que, como sublimes y bellas poesías,
nos
llevan a inolvidables alboradas.
Isabel San José Mellado
Derechos de autor - España
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