Hace unos días un compañero de trabajo
me comentó que había visto este blog y había leído algo relacionado con la
interioridad. Me dijo:
- “Pensé que hablarías de los rezos,
oraciones,… que reivindicarías la asignatura que das en los colegios,… pero en
vez de eso planteas cosas muy de andar por casa y que valen para todo el mundo,
incluso para los que no son de ninguna religión. Me gusta esa apertura pero
quisiera saber ¿cómo alcanzar esa interioridad en un mundo tan agitado como es
en el que estamos?”.
Empecé a responderle y al instante sonó
la sirena que indicaba que era el momento de empezar las clases y… ahí se quedó
aquella conversación, pero no el tema.
La interioridad no se alcanza, la
interioridad sencillamente existe, está en cada cual. La cuestión pues está en “cultivarla”,
desarrollarla y convertirla en una dimensión más de la persona tan notoria como
pueden ser todas las demás.
Entrar en uno mismo es el viaje más
complicado y difícil que podemos emprender, máxime si no tenemos por costumbre
emprender esa ruta,… pero eso no quiere decir que no se pueda lograr.
Hay distintos caminos todos ellos
complementarios porque todos nos ayudan –también pueden dificultar, pero bien
andados todos nos pueden enriquecer.
OBSERVAR:
Empezar por observar lo exterior a
nosotros: Nuestra propia casa, la calle, cualquier cosa,… tratando de buscar en
ello cuanto de positivo, hermoso y comunicador de valores positivos nos pueda aportar. Si nos hallamos en un espacio natural… apreciar esa positividad en
un paisaje, valorar la experiencia del roce de la brisa o del viento, o de la
luz del sol que nos baña,… o del juego de luces y sombras que se cuela y constantemente se recrea a través de las ramas de un árbol.
Continuar con nosotros mismos: nuestra
respiración y los movimientos que experimentamos al realizarla; los latidos del
corazón, tratar de sentir sus impulsos en diferentes partes de nuestro cuerpo,…
Podremos descubrir en este proceso
infinidad de detalles a cuál más apasionante; infinidad de matices, colores,
formas, olores, sonidos,… que nos harán caer en la cuenta de cuán fugaz y
atolondrada vivimos a veces que no nos damos cuenta de todo ello.
REFLEXIONAR:
Sobre nuestra interacción con el medio
en el cual estamos pensando en cómo vivir, sentir nuestra armonía con ese medio;
siempre buscando la positividad en ese diálogo interno, esa conversación con
uno mismo.
También podemos orientar esa reflexión
hacia nosotros mismos y en la cual expresar con el pensamiento la aceptación de
nosotros mismos tal como somos: en nuestras particularidades físicas,
intelectuales, de carácter y personalidad y espirituales, aceptando también nuestras
limitaciones o dificultades pero no para quedarnos en ellas sino para
centrarnos a continuación en todas nuestras cualidades y potencialidades.
MEDITAR:
Esta acción requiere hacer silencio de
nuestros pensamientos y reflexiones. Difícil ¿verdad?, difícil pero necesario.
Es como tratar de “no hacer nada”, ni siquiera con el pensamiento y si hacemos
algo con él… que sea únicamente con la idea: “No voy a hacer nada en este
ratito, absolutamente nada; voy a dedicarlo a hacer silencio a partir de la
última palabra que digo YA”.
Y si nos asaltan enseguida pensamientos,
preocupaciones, ideas,… sencillamente digámonos a nosotros mismos con mucha paz
y serenidad: “Silencio, silencio, silencio,… silencio”.
Se trata en primer lugar de garantizar
que nadie ni nada nos vaya a interrumpir (ni el móvil, ni el teléfono fijo, ni
nadie que vaya a tocar a nuestra puerta,…). En segundo lugar, hacer esto de tal
manera que nos sintamos TOTALMENTE PRESENTES en el presente, aquí y ahora
total.
Podemos ayudarnos de métodos conocidos
que puedan ayudar pero pronto llegaremos al convencimiento de que los métodos
no importan; los métodos sólo son muletas o bastones de los que nos podemos
ayudar en un momento dado, pero la herramienta fundamental somos nosotros
mismos y la capacidad que hayamos desarrollado de ser capaces de percibirnos a
nosotros mismos, además del exterior, con todos los matices, casi infinitos
matices, que podemos hallar tan sólo con la atención serena hacia toda esa
amplísima realidad.
Una vez aprendido esto descubriremos que
no sólo no necesitamos método alguno sino que si nos empeñamos en seguir alguno
ese mismo esfuerzo nos está dificultando entrar en este proceso de meditación.
Los grandes místicos llamaban a ese punto vivido tras el proceso que hemos descrito “simple atención” y
consistía en estar, simplemente ESTAR enteros, cada cual de la manera que mejor
y más le ayude a llegar a este punto, estar libres incluso de los pensamientos, pero más nada.
Santi Catalán
- ¿En qué te ha ayudado este artículo?. ¿Qué elementos te aportó para comprender -aunque haya sido a grandes rasgos- el proceso que nos leva a entrar dentro de nosotros mismos?.
- ¿Qué es para ti la meditación?, ¿cómo la llevas a cabo?.
- ¿Qué crees que es o sería necesario desarrollar en ti para llegar a esta interioridad?.
- ¿Qué puedes hacer hoy para iniciar este camino y desarrollar tu capacidad de la interioridad?.
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