Enormemente sorprendidos, preguntaban:
- «¿No son galileos todos ésos que están hablando?. Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa?. Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.»
(Hch. 2,1-11)
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
- Apenas habían pasado 10 días desde la Ascensión de Jesús a los Cielos, habían recibido la promesa de que "recibirían el Espíritu Santo y Él estaría con ellos hasta el final de todos los tiempos"... pero aún tenían miedo, aún no se atrevían a salir a la calle y hablar con total desparpajo de Jesús resucitado y de cuanto de Él aprendieron. Sin embargo, ¿qué les daría ese Espíritu Santo para que de repente sucediera lo que dice el libro de los Hechos de los Apóstoles?.
- ¿Estaban juntos, estaban en comunidad, en aquel momento?. ¿Qué nos indica esto?.
- Los riesgos de muerte por confesarse seguidores del Maestro, del Dios hecho hombre en Jesucristo no habían desaparecido, pero ahora todo cambia ¿por qué?. ¿Qué nos enseña su ejemplo?.
- Todos eran capaces de entenderles, se hacían comprender; ¿entiende nuestro mundo el lenguaje con el que nos comunicamos?; si no lo entiende o lo recibe mal ¿a qué puede ser debido?. ¿En qué podríamos mejorar hoy para llegar mejor a las personas?, ¿a qué te comprometes para lograrlo?.
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