Cuenta
la leyenda que una liebre fue paseando por un bosque africano hasta tumbarse a
la sombra de un baobab. Sorprendida, le dijo al árbol:
- "No
hay sombra más refrescante que la tuya".
El
baobab, lleno de orgullo, movió sus hojas para propiciarle una brisa aún mayor.
"Pero",
continuó la liebre, "apuesto a que el zumo de tus frutos es tibio y
amargo". Contrariado, el baobab hizo caer una de sus frutas.
"¡Oh!.
¡En realidad es muy refrescante y sabroso!", reconoció la libre.
"Pero apuesto a que el corazón de tu tronco es seco y estéril",
añadió desafiante.
El baobab se ofendió aún más, y para demostrarle que se equivocaba una vez más, se retorció y abrió su tronco de par en par. Cuando la liebre se metió en él, descubrió que estaba lleno de un enorme tesoro: las frutas y otros alimentos más deliciosas que la liebre imaginó jamás, en ingentes cantidades. Loca de alegría, dió gracias al baobab, cogió lo que pudo y se puso a correr emocionada pegando enormes brincos y contando a todos los animales el motivo de su entusiasmo.
Se topó finalmente con un hiena que le interrogó sobre su hallazgo. La liebre, de corazón sincero y confiado, le detalló paso por paso cómo había encontrado el tesoro, y la hiena vio así su oportunidad de hacerse rica. Emprendió el camino hacia el baobab mágico, y cuando lo encontró repitió todo el proceso:
El baobab se ofendió aún más, y para demostrarle que se equivocaba una vez más, se retorció y abrió su tronco de par en par. Cuando la liebre se metió en él, descubrió que estaba lleno de un enorme tesoro: las frutas y otros alimentos más deliciosas que la liebre imaginó jamás, en ingentes cantidades. Loca de alegría, dió gracias al baobab, cogió lo que pudo y se puso a correr emocionada pegando enormes brincos y contando a todos los animales el motivo de su entusiasmo.
Se topó finalmente con un hiena que le interrogó sobre su hallazgo. La liebre, de corazón sincero y confiado, le detalló paso por paso cómo había encontrado el tesoro, y la hiena vio así su oportunidad de hacerse rica. Emprendió el camino hacia el baobab mágico, y cuando lo encontró repitió todo el proceso:
"Qué
sombra más fresca, pero apuesto a que tu fruto es tibio, y el corazón de tu
tronco seco...".
El
árbol reaccionó de igual manera: movió sus hojas para proporcionarle una brisa
agradable, desprendió un fruto para que lo probara y, finalmente abrió su
corazón.
La hiena, fuera de control, enferma de avaricia, arrebató con violencia todo lo que el baobab llevaba dentro, lastimándole y dejándolo vacío y dolido. Desde entonces, los baobab ya no se abren a nadie ni dejan que los animales descubran los tesoros que esconde su poderoso tronco.
La hiena, fuera de control, enferma de avaricia, arrebató con violencia todo lo que el baobab llevaba dentro, lastimándole y dejándolo vacío y dolido. Desde entonces, los baobab ya no se abren a nadie ni dejan que los animales descubran los tesoros que esconde su poderoso tronco.
Las
personas somos como los baobabs: nuestro corazón alberga infinidad de tesoros,
que ofrecemos al resto con generosidad. Entonces, cuando dejamos de abrirnos y
dar lo que llevamos dentro, ¿de qué hiena nos estamos acordando?.
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
- ¿Qué actitudes destacarías de cada uno de los personajes de esta historia?. ¿Qué diferencias hay entre la liebre y la hiena?.
- ¿Te consideras una persona altruista?. Si acaso hoy te cuesta mostrarte así ¿a qué se ha debido?, ¿qué sería necesario para que pudieras atreverte a prescindir de todas tus corazas?.
- ¿Se dan las condiciones necesarias en este grupo para que todos podamos crecer en altruismo de unos con otros sin temor a ser heridos?. ¿Qué haría falta para mejorar esas condiciones?.
- ¿A qué te comprometes, hoy y aquí, tú misma para facilitar la existencia de esas condiciones?.