Y ahora somos lamentables sombras
musitando palabras
de rencor y reproches,
vagando sin sentido
entre mustias farolas
y morando en
penumbra todas las noches.
Fuimos un amor
hermoso y sin fronteras,
la luna a nuestros
pies enamorada sonreía
y, guiñando un ojo a
sus fieles estrellas,
las retaba para
envolvernos de ambrosía.
En el rosal, alegres
y bellas, las rosas creciendo,
el lago en su paz a
nuestro amor veneraba
y, las aguas del río
mansamente descendiendo
hacia ese mar que
impaciente nos esperaba.
Sabedor y enamorado de nuestra pasión,
a la arena ante
juramento hizo prometer
que, cada huella que
dejase nuestro corazón,
las guardase para siempre
en su amanecer.
Y ahora somos
lamentables sombras
escondiendo el
llanto bajo la estrellas,
pidiéndole al mar
que limpie con sus olas
de este desamor,
cada una de sus huellas.
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